Señores y señoras, por cada rayo que cae, somos nosotros quienes maquillan
a los actores de sus películas y series de televisión.
Las montamos, las sonorizamos, y calmamos su dolor.
Señores y señoras, por cada rayo que cae, somos quienes embasan al vacío el
fiambre con el que dan la merienda a sus hijos y los educamos sea cual sea su
estado mental.
¡Superdotados o autistas! ¡Superdotados o autistas!
Les entretenemos, les enseñamos inglés, y jugamos con ellos también.
Señores y señoras, por cada rayo que cae, somos quienes planean los
edificios en los que habitan y organizan la seguridad de sus viviendas.
¡Y a la casa de la moneda! Sí, señores y señoras, por cada rayo que cae
ante sus ojos, somos nosotros los que sufren en su carne el paro cuando no hay
empleo. ¡Y no lo hay!
No lo hay.
Somos los hijos de la estirpe de Odiseo. Somos nada, somos nada, somos
nada, sólo somos sus putas, ¡Solo! ¡Somos! ¡Sus putas!
Somos los locos que escriben canciones, los locos errantes encerrados en
sus naves.
¡PUES QUEMEMOS LAS NAVES!
¡SUPERDOTADOS O AUTISTAS!
¡SUPERDOTADOS O AUTISTAS!
¡SI!
¡SOMOS NOSOTROS QUIENES CONDUCEN LA NAVE!
¡SUPERDOTADOS O AUTISTAS!
¡SI!
¡SOMOS NOSOTROS QUIENES CONDUCEN LA NAVE!
¡PUES QUEMEMOS LAS NAVES!
Pablo Und Destruktion
Había pasado un día horrible en el almacén sin parar
de empaquetar cajas y no tenía más que tres dólares en el bolsillo. Sophie ya no
me esperaba en el piso, decía que estaba cansada de soportar las estupideces de
un niñato que no hacía más que trabajar y agotar las existencias de whiskey del
mini bar. Así que me acerqué a los garitos hipsters
del centro para distraerme un poco. Entré en uno repleto de gente donde actuaba
un tal Jimmy Z que recitaba poemas y
distorsionaba todo lo que tocaba. Era un cabrón realmente bueno para acompañar
a una cerveza. Yo no era más que una pequeña patria insignificante que olía a
sudor y vestía una sucia camisa de cuadros, pero allí estaba.
Un tipo con una
barba cuidada hasta el extremo me miraba con gesto de desaprobación. Los grupos
de hipsters se amontaban como
maniquís al ritmo de una música que no entendían. Allí todo el mundo tomaba
combinados muy caros y asentía antes los chistes estúpidos de sus grupitos. Las
chicas de la barra miraban a Jimmy y
a los otros tipos, todos ellos altos, con una estética desenfadada y
envidiable. Creo que estaban a punto de llegar su propio Zen de modernidad intelectual y yo creo que estaba a punto de
vomitar. La vida moderna es…
Un hombre calvo como de dos metros intentaba ligarse a
la camarera, un grupo de extranjeros rubios observaba despistado el panorama y
mientras dos chicas se enrollaban en una esquina como si el mundo no existiera
o fuera a explotar o algo así. Yo estaba allí en medio, completamente agotado
de trabajar, me dolían los brazos hasta para acercarme la cerveza e intentaba
soportar educadamente a dos hipsters
que no dejaban de pisarme cada vez que creían conocer una de las canciones (auto)destructivas
de Jimmy.
Por suerte el bar se iba vaciando conforme mejoraban
sus canciones, el cabrón de Jimmy se
estaba saliendo esa noche y aún quedaba lo mejor por llegar. La cerveza
empezaba a hacerme efecto y me empezaba a sentir más relajado. El sonido de
aquella ola negra con forma de violonchelo, la distorsión y el odio más puro y
amargo solo contrastaban con aquellos treintañeros mirando sus teléfonos y
esperando a que se acabara el concierto.
Mi pierna estaba sangrando y tenía el pantalón manchado,
no recordaba haberme hecho daño, pero luego recordé que me había tropezado
saliendo del almacén. Entonces Jimmy empezó a calentarse: Señores y señoras, por cada rayo que cae…Empecé a estar dentro y a
soltarme un poco y a corear con dos colgaos más: Señores y señoras, por cada rayo que cae ante sus ojos, somos nosotros
los que sufren en su carne el paro cuando no hay empleo. ¡Y no lo hay! ¡Y NO LO
HAY!
La gente estaba totalmente fuera, no entendían qué estaba pasando, seguían
riéndose y competían por ver quién marcaba tendencia. Alguno fingía estar
disfrutando del concierto y asentían con rostro indiferente, como mirando a
todos los demás por encima del hombro. Jimmy seguía y nosotros con él: Somos nada, somos nada, somos nada, sólo
somos sus putas, ¡Solo! ¡Somos! ¡Sus putas! Y reían y reían hasta lo más
profundo, mientras la guitarra y la cerveza lo distorsionaban todo. No sé cómo
pasó, de verdad, pero el vaso se me escapó de las manos y le partió la cara un
chico con un polo de Fred Perry. Lo siento, no volverá a pasar.