“Prefiero Natalia a la
revolución” Batania Neorrabioso
Recuerdo que
conocí al amor de mi vida un 14 de febrero de hace dos años exactamente. Se llamaba
Natalia, tenía quizás de 19, medía quizás metro sesenta. Qué importa. Su rostro
era bonito y me moría por hablar con ella en ese infernal curso de Derecho Tributario.
Por alguna extraña razón me la imaginaba gritando en las calles hasta perder el
conocimiento. Menuda gilipollez…Y solo porque en su carpeta llevaba al Che y a
Robe Iniesta. Qué iba a saber yo que todavía era un pobre idiota que aún creía
en las apariencias.
Natalia
llegaba cada día a clase disfrazada de sonrisa y se sentaba justo dos asientos
por delante de mí. Yo intentaba no ponerme (más) cerca, esperando que se
acercase ante la evidencia de eso que ambos ya sabíamos, esa inevitable
confusión de los amores contrariados. Aquel martes, o miércoles, no sé, puede
ser que fuera jueves, conocí a Natalia y solo porque era 14 de febrero la
confundí con el amor de mi vida.
Ella estaba sola. Le importuné con las
preguntas más obvias que pasaron por mi cabeza y algún chiste fácil que
provocase una sonrisa que por otro lado ya le venía de serie. Era tan fácil
hacerla reír que en solo cinco minutos creí que el corazón se me iba a salir
por la boca. A mis amigos les hablé de
ella durante semanas, les agobié y les hice familiarizarse con la que sin duda
sería mi nueva compañía para hacer cócteles molotov en el sofá.
Pero justo
un mes después, tras un perfecto idilio basado en las ilusiones transitorias
pasó algo terrible: alguien escribió el poema a Natalia que yo debía haberle
escrito. Me sentí tan inútil que maldije a todos los poetas, a Natalia y a mí
mismo. El muy capullo decía: Prefiero
Natalia a Revolución. Joder, qué cabrón… ¿Quién iba a querer la
revolución?, ¿Quién podía no elegirla a ella? .Qué idiota. Qué rabia. Qué
envidia.
No sabría explicároslo con palabras lógicas y
biensonantes, pero lo cierto es que Natalia dejó de interesarme en cuanto
descubrí que otros podrían hacer con ella mejores versos así que decidí
centrarme en las revoluciones puesto que era lo único que no podía hacerse ya
peor. Yo celebré con orgullo mi defecto que resultó ser la virtud de la lucha
proletaria y le escribí al poeta la peor
de las réplicas posibles:
Lo siento Batania
antes que a Natalia
prefiero la Revolución.
Por suerte no
sigo en busca de Natalias pero sí pasado
de revoluciones. Me digo: “Que el corazón
bombee lo que la calle escucha y que Natalia sea solo una excusa para escribir
con acierto al 14 de febrero.”