domingo, 26 de enero de 2014

Que Kerouac me perdone

Hacía dos semanas que nos habíamos ido. Estábamos al lado de Frisco en una pequeña ciudad costera que no recuerdo muy bien como se llamaba. Dean y Carlo cantaban, yo pensaba en la poesía, el bop, la vida al margen, la mierda, el cielo, nuestro cielo. Los bares nos envolvían con el whiskey y el jazz. Miller tocaba sin parar, improvisaba;  su saxo iba y venía como un oleaje eterno y mágico, como una playa vacía, como ir a perderte a un lugar y encontrarte.  O no.
Un poema sin palabras.

Todos se habían marchado, me quedé solo en la barra hablando con el camarero de la pajarita. Apuré el último whiskey y me fui dando algún que otro tumbo por las calles de esa ciudad. Así todo acabé en la playa; todo olía a sal, era el final,
This is the end.

Mi cuello no quería pero mis ojos miraban al cielo tímidamente estrellado. Las estrellas iluminaban mucho más de lo que quisieran las farolas (y eso que la ciudad no estaba nada mal iluminada). Era una grandeza sobrecogedora, quería gritar, quería llorar no podía comprender aquello. No podía comprender mi insignificancia. Contemplaba aquellas estrellas como un niño que acaba de descubrir el mundo. Había una estrella que brillaba mucho más que el resto.
Mi cuello se negaba pero yo quería mirarla más y más…

Los hombres no están hechos para mirar al cielo, supongo que por existen religiones para poder mirar al cielo aunque realmente no podamos, para mirar de frente y decir “Supongo que el cielo existe”.  No sé si existe Dios, pero existe una estrella que yo he visto y me ha hecho casi llorar y eso no aparece en ningún libro sagrado ni científico. Mi abuelo me enseñó a guiarme por las estrellas, a buscar en ellas la respuesta cuando me hallase perdido en la noche. Sé que de alguna manera él me abrazaba y me decía “Sigue chico, sigue a esa estrella, llegarás”.
Era el final, no necesitaba nada más, no necesitaba nadie más, era la más absoluta libertad.

No era consciente de las peleas y gritos de unas bandas de negros en la acera de enfrente. No era consciente de que a mi lado había dos hipsters vomitando y maldiciéndome. Solo seguí la estrella e inconscientemente llegué al puente de San Francisco. Miré al cielo encendiendo un cigarrillo y la estrella había desparecido.
Puede que hubiese encontrado mi lugar.

miércoles, 15 de enero de 2014

La espalda de Grace Kelly




No sé si alguna vez
 os habéis fijado en su espalda

Por si cabían dudas también es perfecta cuando se da la vuelta y disimula
como si no supiera que todos estamos mirándola
y escribiendo sobre ella

Hay espaldas que son como mapas que no entiendes,
la suya no es de esas
pero me perdería un buen rato en ella

No creo que ningún director quisiera que esa espalda
robase a nadie protagonismo

“Disculpe Señorita ¿Podría usted darse la vuelta?”

Pero es lo que tiene la magia,
aparece
simplemente porque existe

El día que la conocí a ella
supe que no tenía nada que ver con el cine clásico
y que su espalda no era del todo un mapa,
ni del nada un poema
pero aún así me basta para perderme en ella
hasta encontrarle ese rincón que le saca la sonrisa
y preguntarme qué mierda está haciendo el mundo
cada día que no consigue hacerla feliz

Las musas son eternas,
ella no es eterna,
yo tampoco soy eterno
y no tengo nada mejor que hacer que pudrirme a su lado,
mientras sonrío de lo bonito que se pone este antro
cada vez que lo dejamos todo perdido

Que le jodan a las musas del cine clásico cuando me dan la espalda,
ella está ahí parar mirarme de frente y decirme: “Necesito otra cerveza”
y joder, lo guapa que se pone cuando se recoge el pelo

y lo fuerte que se ríe,
y lo bonito que se cae,
y lo bien que se levanta
sin necesitarme para ninguna de estas cosas

Ella abre las primaveras con su boca,
mientras yo miro por la ventana,
rezando todo lo que sé (más bien poco)
por que se pase otra noche por mis escombros

Es la puta poesía envasada al vacío
- al mío-
Y cada que la abro soy el primero en pisar la luna
pero sin pisarla

Ahora todos van a fijarse en su espalda,
y yo los entiendo,
jode cuando te dan la espalda
pero yo a lo que aspiro es a que me la de ella
-muchas veces-
aunque no se llame Grace Kelly

viernes, 3 de enero de 2014

Abierto por derribo

Miro por mi ventana
y veo lo mismo que veo en mi espejo:
Lluvia
Y la historia de un eterno derribo
que no teme saltar sobre sus charcos

Miro mi espejo
y veo lo mismo que veo en el suelo
un libro abierto;
Abierto por derribo

Reviso cada una de mis putas redes sociales
buscando una sola señal
que de tregua a las tormentas
del desastre

Pero los silencios están lejos de calmarme
y lo admito cada vez que digo “Me gusta” en tu foto
es porque “Me gusta(s)” demasiado

Y ahora me masturbo por no echarme a llorar,
ahora no queda más 
que un tipo ridículo
y una imagen que ha perdido toda su belleza


En resumen la palabra FE y la palabra TÚ
tienen dos letras,
no puede ser mera coincidencia
que en un par de meses haya perdido las dos

Miro de nuevo en mi espejo;
 ojos tristes, escamas de reptil irritado
y una barba que hace semanas
dejó de tener intenciones

Miro otra vez por mi ventana
y sigue lloviendo
pero los niños ya no saltan por los charcos,
y las calles están solas y húmedas
como las chicas que más me gustan

Pero ya ves,
esto no ha dejado nunca de ser ridículo,
ni guarro, ni real, 
por eso duele

Esta es la historia de mis escombros
y de verdad que no soy ningún libro abierto
pero si al final me lees, acuérdate:
Abierto por derribo