Hacía dos semanas que nos habíamos ido. Estábamos al lado de
Frisco en una pequeña ciudad costera que no recuerdo muy bien como se llamaba.
Dean y Carlo cantaban, yo pensaba en la poesía, el bop, la vida al margen, la mierda, el cielo, nuestro cielo. Los
bares nos envolvían con el whiskey y el jazz. Miller tocaba sin parar,
improvisaba; su saxo iba y venía como un
oleaje eterno y mágico, como una playa vacía, como ir a perderte a un lugar y encontrarte.
O no.
Un poema sin palabras.
Un poema sin palabras.
Todos se habían marchado, me quedé solo en la barra hablando
con el camarero de la pajarita. Apuré el último whiskey y me fui dando algún
que otro tumbo por las calles de esa ciudad. Así todo acabé en la playa; todo
olía a sal, era el final,
This is the end.
This is the end.
Mi cuello no quería pero mis ojos miraban al cielo tímidamente
estrellado. Las estrellas iluminaban mucho más de lo que quisieran las farolas (y
eso que la ciudad no estaba nada mal iluminada). Era una grandeza
sobrecogedora, quería gritar, quería llorar no podía comprender aquello. No
podía comprender mi insignificancia. Contemplaba aquellas estrellas como un
niño que acaba de descubrir el mundo. Había una estrella que brillaba mucho más
que el resto.
Mi cuello se negaba pero yo quería mirarla más y más…
Mi cuello se negaba pero yo quería mirarla más y más…
Los hombres no están hechos para mirar al cielo, supongo que
por existen religiones para poder mirar al cielo aunque realmente no podamos,
para mirar de frente y decir “Supongo que el cielo existe”. No sé si existe Dios, pero existe una estrella
que yo he visto y me ha hecho casi llorar y eso no aparece en ningún libro
sagrado ni científico. Mi abuelo me enseñó a guiarme por las estrellas, a
buscar en ellas la respuesta cuando me hallase perdido en la noche. Sé que de alguna
manera él me abrazaba y me decía “Sigue chico, sigue a esa estrella, llegarás”.
Era el final, no necesitaba nada más, no necesitaba nadie más, era la más absoluta libertad.
Era el final, no necesitaba nada más, no necesitaba nadie más, era la más absoluta libertad.
Puede que hubiese encontrado mi lugar.